#Anime: Reseña | Primavera 2017 (Semana 4)
Esta semana tuvo muy buenos episodios. Estoy particularmente contento con el desarrollo de Alice & Zouroku, pero, realmente, ninguna de las series que sigo de esta lista desmereció en absoluto. Ojalá sigan así..
Attack on Titan -Segunda Temporada- (Capítulo 4)
Sabiendo de antemano unos pocos detalles de lo que viene, puedo percibir claramente que este capítulo fue más bien preparatorio. Los roles de Bertolt y Reiner, así como de Ymir y Christa van cobrando importancia a medida que la muerte se avecina para ellos también. El asalto al castillo, propiciado por la intervención del Titán Bestia es una situación límite, en todos los sentidos. La conducta de los titanes es irregular. Los reclutas van desarmados. Los líderes del grupo no tienen suficiente equipo para hacer frente a la fuerza que los ataca.
Es en esas situaciones límite que muchas cosas salen de lo más profundo. Reiner y Bertolt comparten un mismo trauma y el primero asume como propia la responsabilidad de compensar de alguna manera: toma las misiones más arriesgadas y no duda en sacrificarse por los demás. Reiner, como bien señala Bertolt, no es más un guerrero; es un soldado.
Esta distinción es importante. Un guerrero es alguien que hace de la batalla su manera de vivir. Alguien que no se siente vivo sino plantándole cara a la muerte. Alguien, en suma, que toma las armas por placer. Un soldado, en cambio, es alguien que pertenece a una compañía y tiene un propósito menos egocéntrico. Es alguien que cree que su vida bien puede ser intercambiable por la vida de muchos otros y está dispuesto a pagar el precio. Este episodio, el soldado fue Reiner. El único momento de placer que se permitió para sí mismo fue el de fantasear con casarse con Christa. ¿Quién puede culparlo?
Los líderes, por su lado, hicieron lo que pudieron y murieron honorablemente. Sentí mucha pena por ella (no recuerdo su nombre, la verdad), que en el delirio de muerte parece haber recordado ser víctima de violencia familiar. Eso ocurre a veces: un trauma psicológico presente puede activar uno del pasado. El detalle añade realismo a este horror.
Lo que no sé si va a gustarme es que sigan apareciendo Titanes Cambiantes en esta generación de reclutas. Que Ymir también lo fuera sólo parece justificado por su cercanía con Christa (que ya veremos en qué resulta), pero no voy a negar que se sintió como un alivio.
El asunto de los Titanes Cambiantes, por cierto, parece estar en el corazón de toda la interpretación que puede hacerse de esta serie. Aun si no sabemos quién los controla y por qué, hay elementos para sospechar que no se trata de un solo partido, sino de una disputa que tiene distintos objetivos. Entre esos objetivos no está, desde luego, recuperar terreno o desenmascarar el misterio de los titanes, como se había planteado. Así, la existencia misma del Escuadrón de Reconocimiento es poquito más que una mala broma: no sólo no cumplen ningún propósito real en el gran esquema; sus desastrosas misiones resultan en mayor terror y desprestigio. Será interesante ver cómo se desenvuelve esta vertiente.
Eromanga Sensei (Capítulo 3)
Yo quiero tenerle fe a esta serie y cada semana me lo hace más y más difícil. Sé muy bien que en ese sentido tengo fama de aguafiestas; pero siento que la manera en que se sexualiza a las chicas que protagonizan esta historia es demasiado vulgar. Casi tanto como lo que está haciendo Saekano -Flat-.
Pero mi problema con esto no es tanto de índole moral. Una de las cosas que más me gustan del anime en general es que suele atreverse a jugar con situaciones peculiares, poco comunes o incluso disparates y aun así encuentro muchas veces reflejadas cosas que pertenecen a lo más cercano de nuestra experiencia. Lamentablemente, estas cosas de las que hablo pueden llegar a perderse en un océano de irrelevancia.
El capítulo de esta semana es una muestra de ello. Estoy seguro (no me consta, pues he andado un tanto desconectado estos días), de que los comentarios se centraron casi exclusivamente en el desnudo de Elf y en la escena en que Sagiri se refugió en Masamune al creer que el fantasma de la casa vecina tocaba el piano. Las imágenes son lo bastante explícitas y contribuyen tan poco a la historia, que es, para mí, un tanto decepcionante que sólo se hable de eso. Porque, vale decirlo, el episodio tuvo buenas cosas.
Una de ellas tuvo que ver, precisamente, con el valor de la ficción en nuestras vidas. La razón por la que Masamune es aficionado al trabajo de Elf tiene, curiosamente, poco que ver con la erotización que ella hace de sus personajes y más con el momento en que sus “tontas historias” lograron sacarle risas. Como él, yo también creo que el valor de la ficción está en las reacciones afectivas que producen en nosotros y tengo una escala personal: prefiero relatos que me conmuevan sobre aquellos que me exciten.
El otro punto notable tuvo que ver con la aproximación al trabajo. Masamune es del tipo disciplinado: escribe todos los días, aun si no está motivado o inspirado. Él es un seguidor de la tradición del trabajo duro, tan en boca de las generaciones que nos preceden. En cambio, Elf (y Sagiri) son trabajadoras de inspiración; necesitan sentirse contentas y seguras para desplegar su creatividad.
Aunque la serie rápidamente impone su propia valoración (es decir, que Elf tiene razón y no Masamune), yo me atrevería a disputar esa idea: todos trabajamos de forma distinta. Nos adecuamos a reglas externas (en este caso particular las fechas de entrega, la cantidad de caracteres por volumen son algunos ejemplos), pero sabemos bien que funcionamos mejor con ciertas condiciones. Idealmente tendríamos que encontrar maneras que nos permitiesen ejercer libremente.
Dicho esto, una de las cosas que me gustaría ver es a Masamune encontrando cuáles son esas condiciones que podrían llevarlo a escribir más libremente.
Alice & Zouroku (Capítulo 4)
Nada mal, ¿eh? Nada mal.
La semana pasada hablé de cómo me inquietaba que esta serie cayera en la irrelevancia a partir de una tonta persecución de good-guys/bad-guys, pero, para mi buena suerte, este episodio llevó las cosas a un nivel diferente.
¿Qué nos hace humanos?
En el nivel más básico, pertenecer a nuestra especie. Minnie C. parece pensar de esta manera: a su modo de ver, ella es humana y Sana no. Pero Zouroku tiene una idea diferente: ser humano tiene mucho más que ver con lo que haces y la intención que pongas en ello. Es decir, para él, Sana es humana porque disfruta comer, sabe cómo vincularse con los demás e incluso sabe muy bien que muchas de las cosas que hace están mal y causan molestias a los demás. Encima, tiene la desfachatez de tener deseos propios: salir del laboratorio y conocer el mundo. En cambio, la humanidad de Minnie C. le parece más cuestionable: sus actos egoístas y desconsiderados no son propios de una especie que reconoce la propia identidad y su diferencia con los demás. Zouroku aplica la lógica de la dignidad humana al comportamiento de una y otra y juzga con base en eso.
Pero esto (que fue importante), no fue lo único que merece destacarse: poco antes de ser invocado por Sana, Zouroku había decidido considerarla como parte de la familia. Sólo pidió el breve consentimiento de Sanae, su nieta, quien no tuvo reparos en aceptar. Sin embargo, tampoco dejó pasar la oportunidad de recriminarle que la llevara sin avisar en primer lugar. Es decir, Sanae reclamó a su abuelo su lugar en esa familia, como una persona que puede decidir por su cuenta y, quizá, en ocasiones no estará de acuerdo con las disposiciones de su abuelo. Esto es importante porque es un reconocimiento tácito de que ‘la familia’ es una identidad compartida; algo que involucra e interesa a todos y que todos por igual protegen al reconocerse como tales.
Grandes ideas dando soporte a los acontecimientos: ustedes denme eso y me tendrán ahí.
World End –SukaSuka– (Capítulo 4)
El desarrollo de esta historia va muy bien. No desperdicia ningún episodio en plantear las situaciones tanto de los personajes como del universo al que pertenecen y, poco a poco, revela cuáles serán sus motivaciones últimas.
Ya era claro que Chtholly realmente no quiere morir. Está resignada, pero no sólo porque ese haya sido su propósito desde el principio, sino también porque es un destino que heredó de una persona querida de su pasado. Morir como ella es una forma de honrar el hecho de que haya existido. Pero eso no obsta para que su deseo vaya en sentido contrario. Tiene ganas de vivir, de experimentar cosas. Contemplar paisajes, amar…
Willem, por otro lado, cree que es muy pronto para darse por muerta. Trae consigo remordimientos de su pasado heroico, en el que todo su esfuerzo no bastó para salvar a las personas que le importaban. Tiene, quizá, lo que llamamos ‘culpa del sobreviviente’, que básicamente consiste en responsabilizarse de una catástrofe sobre la que, realmente, no pudo haber influido tan decisivamente. Así, parece ser que Willem busca cierto tipo de redención, interesándose por educar a las chicas a su cargo en el arte de usar las armas excavadas adecuadamente y, sobre todo, en sobrevivir.
Ahí es donde sus motivaciones chocan. Chtholly no puede aceptar lo que Willem sugiere, porque le restaría significado a todo lo que ha vivido. Pero tampoco puede descartarlo del todo: su exhibición de habilidad prueba que sabe de qué está hablando. La reconciliación llega cuando ella reconoce que lo que Willem quiere transmitirle es su genuina preocupación e incluso cierto cariño; la clase de experiencia significativa que, cuando el mundo efectivamente acabe, valorará más que un beso caprichoso.
Tsuki ga Kirei (Capítulo 4)
Qué bonito es enamorarse, ¿no? Quizá sea que estoy muy lejos ya de esos romances adolescentes, pero no puedo evitar pensar que hasta la angustia de esperar una respuesta de la persona que queremos forma parte de un gran ideal.
Este capítulo tuvo un aliciente adicional: ocurre en Kioto, con motivo de un paseo escolar. Ya antes he hablado del mucho cariño que tengo a esta ciudad, a sus templos y santuarios históricos, a sus paisajes… Los muchachos visitan, en primer lugar, el Kiyomizu-dera, un templo ubicado en la zona este de la ciudad, que entre sus particularidades tiene las “piedras del amor”: dos rocas puestas una frente a la otra, a una distancia de unos diez metros. Si quien las visita quiere suerte en el amor, debe caminar de una a la otra con los ojos cerrados; si lo logra, tendrá fortuna.
Akane no hace eso, pero sí compra un omikuji, una pequeña hoja que describe tu suerte. La suya es buena, pero le advierte que, en cuestiones de amor, la ambigüedad le traerá calamidades. Naturalmente, la recomendación del omikuji la hace pensar en que aún no ha dado respuesta a Kotarou. Él, desde luego, la espera ansiosamente.
Vale la pena notar que Akane no siente la suficiente confianza con sus amigas. Ellas dan por sentado que con quien las cosas avanzan es con el presidente del club, no con Blandito-kun. Ella no las desmiente, pero pronto se vuelve evidente que la cosa no va por ahí.
Pero, como no puede haber romance legítimo sin uno que otro inconveniente, la cita que Kotarou propuso a Akane quedó en la ambigüedad gracias a una calamidad de la que ninguno podía haber tenido control. No sólo Kotarou quedó incomunicado, tampoco se encontraron en el lugar de la cita, pese a que ambos acudieron. En cambio, Kotarou se encontró con una de las amigas de Akane y, haciendo gran acopio de valor, se apoyó en ella (¡cosa que Akane no hizo!).
Pero Akane sigue sin enfrentar la ambigüedad del todo. No le respondió afirmativa o negativamente, pero, al menos, no cerró del todo la puerta. Desde cierto punto de vista, incluso su preocupación es justa: necesitan conocerse más e intercambiar palabras frente a frente. Está en la naturaleza de ambos acercarse a otros sólo paulatinamente.
La espera también es dulce.
#Cine: ‘Sakamichi no Apollon’ tendrá adaptación live action
#SoloEnJapón: Nuevo comercial anime de McDonald’s
